3. La necesidad de un Plan de Acción Alzheimer en México
El impacto económico que representa el gasto por el trabajo no remunerado en salud que se deriva del cuidado de las personas afectadas por la demencia en el continente americano es de aproximadamente 236 billones de dólares. En el caso de México, el costo total per cápita estimado es de $6,157 dólares para el cuidado de una persona con demencia. La proporción de pacientes con demencia que requieren atención especializada es del 40% del total de los afectados. El gasto de bolsillo catastrófico alcanza hasta al 60% de las familias que asumen el cuidado de una persona afectada por la demencia.
De acuerdo con los datos presentados sobre la prevalencia de la demencia en México, se estima que en el 2014 existen 860,000 personas afectadas en el país. La proyección del número de mexicanos afectados por demencia para el año 2050 alcanzará la alarmante cifra de más de 3.5 millones, por lo que el impacto de esta enfermedad en los sistemas económico, social y de salud será aún más grave. El impacto económico que tiene el cuidado de una persona afectada con la EA, la falta de una cura que evite el deterioro progresivo, la discapacidad y la dependencia; la fuerte carga física y emocional para la familia y los cuidadores, así como las limitaciones prevalentes en el sistema de salud a este respecto nos confrontan frecuentemente con dilemas éticos. El primer reto que se plantea a este respecto es: ¿cómo vivir bien con demencia? Es decir, ¿Cómo vivir con dignidad y calidad de vida para quien padece la enfermedad y quienes lo rodean? Y a ello se sigue: ¿Cómo responder a las necesidades que determina esta enfermedad tan sólo con los recursos médicos, familiares y sociales con los que contamos?
Por otra parte, en los últimos años venimos acumulando evidencia respecto a que es posible prevenir, o al menos diferir, la incidencia de estos padecimientos. Es destacable que la prevalencia de la demencia y el deterioro cognitivo en algunos países occidentales ahora es menor de lo esperado, posiblemente como resultado de cambios en el estilo de vida y la reducción de factores de riesgo cardiovascular, aunque esto puede no necesariamente significar que se reducirá sustancialmente las tendencias mundiales en la carga de la demencia. También se ha estimado que aproximadamente la mitad de los casos de la EA en todo el mundo podría ser atribuible a factores de riesgo conocidos. Tomar acción inmediata sobre los factores de riesgo conocidos quizás podría prevenir hasta una quinta parte de nuevos casos previstos para el año 2025. La prevención de la demencia no sólo evitaría el sufrimiento sino que también ahorraría enormes sumas de dinero. El avance científico ha arrojado pruebas suficientes para justificar una acción inmediata. Actualmente están en curso, y deben multiplicarse, los ensayos dirigidos a personas en riesgo de desarrollar demencia con una variedad de intervenciones: ejercicio; control glicémico, incluyendo el tratamiento de la diabetes; tratamiento de la depresión; tratamiento de la hipertensión arterial; Vitaminas del grupo B; ácidos grasos Omega-3; entrenamiento cognitivo; y actividades sociales.
Las políticas de salud pública deben animar a la gente de edad para dejar de fumar; hacer ejercicio; comer dietas ricas en frutas y verduras y pescado (dieta mediterránea); evitar convertirse en obesas y diabéticas; evitar el consumo excesivo de alcohol y tratar la hipertensión arterial. En otras palabras: adoptar un estilo de vida saludable puede ayudar a alejar a la demencia como se hace para otras enfermedades.
Por todo lo anterior, el Instituto Nacional de Geriatría de la Secretaría de Salud en México junto con la sociedad civil organizada interesada en mejorar la atención integral de los mexicanos que padecen algún tipo de demencia han impulsado la creación de una primera propuesta para el Plan de Acción Alzheimer y Otras demencias (PAA).
El objetivo central del PAA es el promover el bienestar de las personas con EA y enfermedades afines y sus familiares, mediante el fortalecimiento de la respuesta del Sistema de Salud Mexicano, en sinergia con todas las instituciones responsables.
Para cumplir con este objetivo, se han determinado cuatro líneas rectoras:
1) Incrementar la toma de conciencia sobre el problema;
2) Des-estigmatizar;
3) promover el bienestar tanto de las personas afectadas, como de sus familias y
4) Priorizar la atención a esta condición.